Autor: Antonio Giménez email:antanins@arabismo.com
Fecha: 27-01-04 17:08
Lo grave del asunto, creo yo, es que el Estado -que firmó en 1980 un convenio de cooperación cultural con Marruecos en términos semejantes, con envío de profesores pero por cuenta del erario marroquí- o en este caso el gobierno catalán, consideren que esa enseñanza del árabe es, por entendernos, "cosa de ellos", o se desentiendan del asunto dejando los criterios de selección en manos de unas autoridades extranjeras, como ya sucedió en Francia cuando el árabe se incorporó a la enseñanza (dándose el caso de que algunas clases de árabe se convirtieran en clases de religión, sin ser ése su objetivo inicial y por falta de una mayor supervisión estatal). Lo justo sería que la Administración velara por la calidad de esa enseñanza como, teóricamente, vela por el resto.
En eso no hay más remedio que darle la razón a Carlos y exigir el cumplimiento de la legalidad vigente y que impere la igualdad de oportunidades.
Lo que yo no afirmaría con semejante rotundidad es que los licenciados en Filología Árabe -por el mero hecho de serlo- estén capacitados para la docencia. De entrada, una gran mayoría de esos licenciados, con su título, su CAP y su acreditación del nivel C de catalán, tendrían probablemente serias dificultades para entender la lengua materna de sus alumnos. En una reciente publicación de la Junta de Andalucía ("Andalucía, una realidad multicultural") aparecía un artículo donde se hablaba, en el caso de que el árabe se introdujera en la enseñanza, de exigir al profesorado conocimientos de árabe marroquí para evitar -cito literalmente- "el viejo problema del hieratismo arqueologizante que ha poseído tradicionalmente el orientalismo español". Dicho de otra manera, para evitar que se generalice lo que ya ocurre en la universidad. El autor del artículo, un profesor de antropología de la U. de Granada, debe saber muy bien a qué o a quién se refiere, aunque en realidad sólo se hace eco de un secreto a voces.
Lo justo, creo yo, es reconocer que un título como el de ldo. en Filología Árabe ni autoriza ni desautoriza automáticamente a nadie. Si se trata de cubrir unas plazas docentes, aparte de requerir una titulación mínima (p. ej. universitaria), ¿por qué no llevar a cabo un concurso práctico, donde los candidatos puedan demostrar no sólo sus conocimientos sino también sus dotes comunicativas, su buen hacer en el aula, etcétera?
Restringir el acceso a esas plazas a licenciados en Filología Árabe dejaría fuera a personas tan capacitadas como nosotros o más. Estoy pensando en titulados en árabe por una EOI, Traducción e Interpretación, hablantes nativos de árabe con formación en otras áreas (como la pedagogía, p. ej.), etc.
En mi opinión, sería oportuno dirigirse a los medios de comunicación reclamando controles sobre la calidad de esa enseñanza y la capacitación de su profesorado, y también criterios más justos a la hora de seleccionar a los candidatos. Pero de ahí a arrogarse el derecho (¿exclusivo?) a la docencia o a considerar que un titulo -tan "desprestigiado" por otra parte como el nuestro en lo que se refiere a conocimiento del idioma- nos autoriza inmediatamente a enseñar el árabe... hay un trecho.
Tengo la impresión de que, con cierta frecuencia, tratamos de que la Administración en general le reconozca a nuestra titulación un valor que no tiene en sí misma a efectos prácticos. Hace tiempo en este foro se trató un tema parecido, el de los lectorados en países árabes, y con argumentos también semejantes. Es como si dijéramos: "ahora ya es tarde para quejarme sobre la formación que me han dado; es hora de sacarle partido a lo que tengo: un título donde pone que soy licenciado en filología árabe". Y en lugar de averiguar si el árabe que hemos aprendido se adapta a un mercado laboral pragmático, competitivo y sin muchos miramientos, parecemos pretender lo contrario: adaptar el mercado a nuestro árabe. Y lo digo en un momento en que algunos explotan su condición de licenciados en Filología Árabe en cualquier ámbito relacionado p. ej. con la inmigración magrebí, aunque ellos mismos no sean una buena muestra de la capacidad de llegar a entender a esos inmigrantes en su lengua (personalmente no me imagino a un licenciado en Filología Clásica, especialidad de latín, sacándole partido a su titulación como "mediador cultural" con una comunidad de inmigrantes rumanos).
Toda esta perorata, en fin, para lanzar una pregunta: como gremio (ya que Carlos se refiere a "los arabistas") y dada nuestra formación, ¿estamos en condiciones de exigir?
Por último, también sería importante saber qué tipo de alumnos va a recibir esa enseñanza (yo he supuesto de entrada que serán hijos de inmigrantes de origen árabe) porque ese aspecto tal vez si sea importante a la hora de determinar el perfil del profesorado.
Un saludo,
Antonio Giménez
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