Autor: Antonio Giménez email:antanins@yahoo.es
Fecha: 13-12-01 22:05
Ya que el mensaje de Héctor Vicencio ha desembocado no tanto en una discusión sobre la conveniencia o no de comprarse la 4ª edición del "Corriente", sino más bien sobre la calidad de este conocido diccionario, me gustaría romper —desde la más absoluta modestia— una lanza más a favor de la obra de don Federico.
Creo que "Anticorriente" ha tomado este diccionario en forma de tocho (o este tocho en forma de diccionario) como confluencia de todos los males del arabismo español, y sinceramente no me parece justo. Ciertamente, ambos diccionarios no resultan muy didácticos, pero tal vez el panorama no permitía juegos malabares. El mismo Corriente decía hace unos años [1997]: "Nos encontramos con el hecho sorprendente de una escuela de arabistas desinteresada de la enseñanza del árabe, al menos en la medida reflejada por una casi total ausencia de buenas gramáticas, crestomatías y diccionarios y una considerable despreocupación por la competencia comunicativa y la exactitud de las ediciones y traducciones, con pocas aunque honrosas excepciones". En suma: un total desinterés por todo lo relacionado con la lengua árabe en sí, su enseñanza y su aprendizaje. ¿Acaso el culpable de esta situación es don Federico y sus diccionarios? ¿es frecuente oír a un arabista español expresarse en estos términos tan contundentes?!
Tampoco me parece muy sensato decir que utilizar diccionarios de árabe en otros idiomas (francés o inglés) es un método muy práctico. Cualquiera con un nivel medio en estos idiomas se vería obligado a menudo a recurrir a otro diccionario de inglés-español o francés-español. Desde este punto de vista no tiene nada de extraño que el Corriente haya sido recomendado todos estos años (al menos hasta la aparición del Cortés): en primer lugar, se trataba del primer diccionario árabe-español "serio" (comparable a esas otras obras monumentales en inglés y en francés); en segundo lugar, era obra de "uno de los nuestros" (y que cada cual entienda esto como le plazca) y, en tercero, se amolda bastante bien a los intereses principales del arabismo español (el estudio de al-Andalus), arabismo que es sin duda, al fin y al cabo, el que genera más usuarios de diccionarios de árabe en España, ¿o no?
Naturalmente las cosas han cambiado un poco y el Cortés ha venido a ocupar el hueco que dejaba el Corriente. Ya de hecho su diccionario español-árabe nunca se utilizó tanto —hablo de los estudiantes españoles— como el árabe-español; y en eso quizá haya que ver también un reflejo de los usos y costumbres de este arabismo patrio.
A mí "el Corriente" (el árabe-español) sigue pareciéndome un buen diccionario, aunque no resulte muy práctico desde el punto de vista del estudiante de árabe. En esto comparto completamente las opiniones de Germán y Pablo. También estoy de acuerdo en que una obra y otra son bastante diferentes. El diccionario español-árabe parece más concebido como herramienta para explicar el español a los arabófonos que el árabe a los hispanohablantes: quiero decir con ello que un arabófono encontrará buenas explicaciones del vocabulario español, pero que el hispanohablante difícilmente encontrará "cómo se dice X en árabe", al menos en lo que se refiere a expresiones comunes, frases hechas, giros, etc. En su falta de utilidad didáctica, creo yo, coinciden ambas obras.
Volviendo a "Anticorriente" y a su crítica airada, creo que hablar de "época de las tomaduras de pelo" refiriéndose a Federico Corriente y su obra (como arabista y como lexicógrafo) no es nada justo, sobre todo porque, tomando en conjunto las producciones del arabismo español, sus diccionarios están muy por encima de la media tanto en esfuerzo como en utilidad. Ésa es mi humilde opinión y, con todo, es justo reconocer que falta en España, por ejemplo, un buen diccionario español-árabe destinado a los alumnos, basado en criterios nocio-funcionales: una obra que explique al lector hispanohablante cómo se expresa esto y aquello en árabe, no una mera lista de correspondencias léxicas.
Pienso, por último, que en ese "mundo árabe más realista" [sic] no abundan "los buenos diccionarios" (sí los inspirados en la lexicografía medieval) y que, puestos a obtener un reflejo de ese mundo "más realista", qué mejor que cualquiera de las obras publicadas en paises árabes, ya sean diccionarios árabe-árabe o bilingües. ¿Son mucho mejores que las obras de don Federico?
Saludos a todos,
Antonio
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