VEO MI SOMBRA A LO LEJOS (1995) |
Doy, como una ventana, a lo más mío. A mis amigos, que traen el correo de la tarde -pan, vino, algunas novelas, discos... A una gaviota, a los furgones militares, que mudan los árboles de lugar. Al perro de mi vecino, que emigró a Canadá hace año y medio... Al nombre de Abú-t-Táyyib al-Mutanabbi, viajero de Tiberiades a El Cairo a caballo de himnos. A la rosa de Persia que trepa la cerca de hierro. Doy, como una ventana, a lo más mío. A un árbol que a la noche preserva de la noche y vela el sueño de los que me querrían muerto. Al viento, que en el viento busca la patria del viento... A una mujer que toma el sol de su existencia de mujer... A un cortejo de profetas trasnochados que descalzos ascienden hacia Jerusalén -¿hay profetas nuevos para este tiempo nuevo? Doy, como una ventana, a lo más mío. A esa foto mía escabulléndome hacia la escalerilla, el pañuelo de mi madre ondeando al viento -¿qué pasaría si volviera a mi niñez? Si volviera a ti... Si tú volvieras a mí. Al tronco del olivo, escondrijo de Zacarías. Al léxico caduco del Lisán al-árab. A persas, bizantinos, sumerios, a los nuevos refugiados... Al collar de una pobre de Tagore triturado por los carros de un príncipe hermosísimo. A una abubilla, extenuada por la censura del rey. Al más allá -¿qué hay... qué se esconde tras la ceniza? Doy a mi cuerpo atemorizado a lo lejos. Doy, como una ventana, a lo más mío. A mi lengua al cabo de dos días. Basta la más mínima ausencia y Esquilo abre la puerta a la calma, basta una breve perorata y Antonio prende la guerra, basta la mano de una mujer en mi mano para que abrace mi libertad y en mi cuerpo suba y baje la marea. Doy, como una ventana, a lo más mío. Doy a mi sombra, entrevista a lo lejos. (Tomado de Mahmud Darwix, El fénix mortal, Madrid, Cátedra, 2000, 110 pp., traducción, prólogo y notas de Luz Gómez García; agradecemos a la editorial Cátedra su autorización para la reproducción de este poema.) |